
“El bebé no sabe dormir” ó “hay que enseñarle a dormir a tu bebé”, estas frases son repetidas una y otra vez a las familias que acaban de recibir a su recién nacido, sin entender que dormir hace parte de una necesidad biológica, que los niños por supuesto que ya nacen sabiendo dormir, el “problema” radica en que lo hacen distinto a nosotros los adultos y la expectativa de “debe dormir toda la noche” ó “debe saber dormir sin necesidad de que yo lo atienda en las noches”, crea una ansiedad terrible alrededor del sueño infantil.
Entendamos que lo que para nosotros puede parecer una “buena noche de sueño”, no siempre es lo mismo para nuestros pequeños. Cada bebé tiene su propio ritmo y, en muchos casos, el patrón de sueño de un bebé no se ajusta a lo que nosotros, como adultos, consideramos normal. Los bebés no duermen mal, simplemente duermen de manera diferente.
En ocasiones, los padres, preocupados por la falta de descanso, buscan soluciones rápidas y mágicas para que su bebé duerma toda la noche sin despertarse. En estos momentos de desesperación, pueden surgir todo tipo de consejos, bien intencionados pero a menudo confusos: desde darle un tetero grande de fórmula para que el bebé duerma más tiempo, hasta sugerencias de mezclar cereal en la leche para generar mayor saciedad, o incluso medicar al bebé con analgésicos para que se calme.
Sin embargo, estos enfoques no son adecuados, ni para el bienestar del bebé ni para la paz mental de los padres. Muchas veces, estos consejos provienen de experiencias personales de familiares o amigos, que aunque bienintencionados, no respetan el desarrollo natural del niño.
¿Entrenamientos de sueño, si o no?
Algunos padres optan por seguir métodos de “entrenamiento de sueño”, que prometen enseñar a los bebés a dormir en pocos días. Algunos de estos programas suelen implicar dejar al bebé solo en su cuna mientras llora, en un intento de que aprenda a dormirse solo. Sin tener en cuenta que por instinto para nuestra especie la noche es el momento donde hay más amenazas. Remontemonos a la época de las cavernas, en ese entonces la madre dormía justo al lado de su criatura y era labor del bebé mantener a su madre alertable a traves de múltiples despertares que le garantizaran revisar constantemente que el ambiente fuese seguro, que no llegasen animales salvajes a hacerle daño a su criatura o que los insectos lo picasen.
Así que por instinto nuestros bebes siguen teniendo múltiples despertares, y ¿que sucede cuando la madre no responde al llanto de la noche de su bebé? (porque así se lo recomendaron en el entrenamiento), pues ese bebé percibe amenazante su espacio y entiende que no será atendido, eso desata la liberación cerebral de hormonas de estrés que luego caen y por cansancio el niño deja de llorar y se duerme, entendiendo que no es atendido. ¡Imagínate el impacto emocional e incluso el trauma tras estos entrenamientos!
De la misma forma estamos condicionando el estilo de apego de nuestro hijo que se define por ¿que tan disponible estuvo mi cuidador en momentos amenazantes?.
Es importante recordar que cada familia y cada cultura tiene su propia forma de entender el sueño infantil. En algunas culturas, especialmente en comunidades rurales o indígenas, se considera vital mantener un apego cercano entre madre e hijo durante el sueño, incluso hasta los 2 o 3 años. Por otro lado, en otras culturas, como en Japón, se promueve la independencia del niño desde una edad temprana. En América, la tendencia histórica ha sido ver al bebé como un ser biológico que necesita aprender a ser independiente de forma progresiva.
¿Por qué pensamos que el sueño ideal es el sueño solitario?
La idea de que los bebés deben dormir solos tiene raíces profundas en la historia occidental. Durante siglos, las normas sociales cambiaron debido a diversos factores, como las difíciles condiciones de vida en las ciudades europeas durante los siglos XVIII y XIX, cuando las madres pobres se veían obligadas a tomar decisiones muy difíciles. Fue en esta época cuando la iglesia, influenciada por testimonios de madres que confesaban haber sacrificado a sus hijos para sobrevivir, comenzó a condenar el co-sueño, lo que llevó a la idea de que los bebés debían dormir solos.
Con el tiempo, esta visión del sueño infantil se vinculó con la idea de promover la independencia, el individualismo y la autosuficiencia, valores que son muy importantes en muchas culturas occidentales. Además, surgieron preocupaciones sobre la protección de la privacidad conyugal y los temores acerca de que los niños pudieran ser testigos de situaciones sexuales inapropiadas o que el vínculo entre los padres se viera afectado por la presencia del bebé en la cama.
El sueño solitario: ¿realmente es necesario?
Es importante que como padres entendamos que no existe una única forma correcta de dormir. Cada niño tiene sus propias necesidades emocionales y físicas, y el sueño es una parte esencial de su bienestar. Si bien algunos métodos de entrenamiento de sueño pueden ser efectivos para algunas familias, no todos los bebés responden de la misma manera. El contacto físico, el cariño y el apego son fundamentales para su desarrollo, y no debemos sentirnos culpables por seguir nuestra intuición y ofrecerles la cercanía que necesitan.
En lugar de presionarnos por cumplir con estándares ajenos, es esencial que los padres respeten el ritmo y las necesidades de su bebé. El sueño infantil no debe convertirse en un campo de batalla. Cada bebé es único, y lo que funciona para una familia puede no ser adecuado para otra. Lo más importante es ofrecer un ambiente de amor y seguridad, donde el bebé se sienta tranquilo, acogido y apoyado.
Conclusión: cada bebé es único y su sueño también lo es
Recordemos que el sueño infantil es un proceso que varía según cada niño, y que como padres, debemos ser amables y pacientes con nosotros mismos y con ellos. No hay un único “modo correcto” de dormir. A medida que nuestros hijos crecen, su sueño cambiará, y con el tiempo aprenderán a adaptarse a nuevas rutinas y horarios.
Lo más importante es ofrecerles lo que necesitan en cada etapa de su desarrollo, sin presiones ni expectativas rígidas. Así, no solo estaremos cuidando su bienestar físico, sino también su salud emocional, promoviendo un desarrollo integral basado en el amor, la comprensión y el respeto por su ritmo personal.